sábado, 4 de octubre de 2008

Truequeando

Aquella mujer no paraba de pasar lista. Hacía recuento entre todos los hombres y buscaba voluntarios que se enrolaran como marineros en un viaje sin retorno al país de los sueños. Durante los días de travesía no iban a ver un sólo céntimo. Comer y beber sería su única recompensa. Eran unas condiciones duras. Claro que, por aquel entonces, niguno de aquellos hombres sabía que el lugar al que se encaminaban no era territorio de monedas, bancos y billetes. Allí seguía existiendo el famoso trueque, y alguien les estaba esperano con la intención de hacerse con su navío.Pablo